14.10.14

Nuestra élite paleta

El momento tierno de la semana ha sido cuando algún escritor y alguna editora se han puesto a rastrear los gastos de las tarjetas black en busca de libros. No encontraron nada, aunque les dio cierto ánimo ver que había compras en la Fnac ¡y a lo mejor! Yo por mi parte pensaba que quizá los libros los adquirían con el mismo cash que se sacaban para putas y (¡u!) otros gastos vergonzantes. Aunque mirando mejor he encontrado que el de CCOO sí gastaba en librerías; concretamente en la librería Benedetti, que visitaría ya puestos y como quien va a confesarse. (¡Al menos un rasguillo diferencial de la izquierda, qué diablos!).

Conviene no olvidar que una de las primeras medidas que, al llegar a Caja Madrid, tomó Rodrigo Rato (ese individuo que, como escribe Manuel Alcántara, "por poco nos gobierna") fue la de quitarle la subvención a la prestigiosa Revista de Libros. Eso revelaba ya una mentalidad hortera y cutre, propia del que luego se gasta pastizales en lujos baratos. Lo llamativo de los gastos de nuestra élite es que no se diferencian en nada de los que hubiera tenido cualquiera del populacho de haber dispuesto de las mismas cantidades. Nuestra élite, de hecho, no es mas que eso: populacho con pasta. Los becerros a los que les ha tocado el Gordo socioeconómico, eructando entre descorches de champán (con la etiqueta del precio).

Más allá de las cuestiones legales, e incluso de las morales, son las estéticas las que trazan aquí la radiografía. Las tarjetas black son la caja negra de nuestra clase dirigente. Aunque no son opacas, sino de una transparencia angelical: no nos dicen nada que no saltase a la vista. España se ha caracterizado por la asfixiante mediocridad de sus élites, compuestas por unos individuos que no son más que paletos con poder y por lo tanto patanes. Algo que es fruto (o emanación) naturalmente del sistema, o del país, o de la sociedad, o de lo que sea: puesto que solo unos cazurros capaces de gastarse el dinero de un modo tan adocenado son los que pueden rebañarlo aquí. Los finos de verdad, los que hubieran podido hacer gastos grandiosos (¡un Luis Antonio de Villena!), están tiesos.

[Publicado en Zoom News]