16.4.15

La Transición de Pablo Iglesias

No sé si Pablo Iglesias sigue despreciando la Transición, pero en su biografía la está reproduciendo: su viaje desde el boicot falangista a Rosa Díez, hace apenas cinco años, hasta el civilizado saludo de ayer a Felipe VI es el mismo que hizo España. Quizá sea solo por estrategia, pero a la civilización no es imprescindible creérsela: basta con imitarla. Así que de momento nos vale. Por su parte, IU, ICV, ERC y Bildu sí se escabulleron del rey, como buenos súbditos del folclore antimonárquico.

Da más pena IU, heredera de aquel Carrillo al que el rey Juan Carlos le acercó un cenicero y que hoy se aparta de la iconografía que vale. El que la proporciona es Iglesias, con su presencia y con el regalo de Juego de tronos. Jabois anunció que en el encuentro el campechano iba a ser Iglesias y acertó. Aunque la suma de campechanía más paternalismo que ofreció el líder de Podemos puede que no le trajese recuerdos ideales a don Felipe.

La escena fue importante para apreciar el momento en que nos encontramos. Hay elementos de época: el cenicero de entonces, inconcebible hoy en un contexto oficial; la serie de ayer, regalada con esa ironía moralizadora tan actual ("le aportará claves para entender la política española") y en DVD, que entonces ni existía. Pero lo significativo es otra cosa: en la Transición fue el rey el que tuvo un gesto con el político de izquierdas; ayer fue el político de izquierdas el que tuvo un gesto con el rey.

En ambos casos, han sido gestos beneficiosos para la democracia. El de la Transición, porque fue una muestra de cordialidad por parte de un Jefe del Estado cuyos orígenes estaban en el franquismo (cuestiones dinásticas al margen) hacia el líder de un partido prohibido durante la dictadura. El de ayer, porque con un signo de respeto hacia nuestro rey constitucional por parte de alguien con dudosas filiaciones democráticas.

El momento en que nos encontramos es ese: el de una democracia afianzada (más allá de sus crisis) en la que los gestos democratizantes tendrán que hacerlos quienes parecen haber estado jugando a otra cosa. Al final no hay que despreciar la Transición, sino incorporarse a ella.

[Publicado en Zoom News]