28.8.15

Benegas y los socialistas

Se acaba una época. Van a cumplirse cuarenta años de la muerte de Franco y ya van muriendo también los políticos que le siguieron: los de la Transición. Las evocaciones se presentan dobles para este otoño. Casi no queda nadie a quien darle las gracias. Es más, los adanes de moda tienden a considerar a los pocos que quedan unos desgraciados. Pero el Tiempo es un lector impaciente: también ellos serán pasados de página.

Ahora le ha tocado a Txiki Benegas, del que he sabido estos días que no le gustaba que le llamaran Txiki y que era el diputado más veterano que quedaba en el Congreso, tras la retirada de Alfonso Guerra. Ambos entraron en 1977. Por aquel tiempo oí su nombre por primera vez y vi su figura en el escaño. Yo estaba en primaria, tenía que hacer un trabajo manual (la construcción de una casa de tiza, con bombillitas dentro) y en la tele había un largo debate parlamentario. Felipe González dijo algo de Txiki Benegas, lo defendía de algo relacionado con el País Vasco, y la cámara enfocó a aquel hombre con gafitas, creo recordar que emocionado.

Luego fue uno de los rostros del socialismo triunfante. Se dice pronto, pero los gobiernos de González fueron de mis dieciséis a mis treinta años. Acabé harto, como acabé harto de mi propia juventud inoperante, de la que los socialistas fueron el paisaje de fondo institucional. Pero recuerdo que tuve un brote de nostalgia un mes antes de las elecciones de 2004. Era un día soleado de mediados de febrero y me crucé por el Paseo de Rosales con Carlos Solchaga. Me vinieron entonces, en conjunto, "los socialistas": como unos gobernantes que tenían un toque propio, distinto a los de Aznar, de los que para entonces estaba harto también.

Me doy cuenta ahora de que en 2004 no volvieron en realidad "los socialistas", aunque Rubalcaba (que era de los de entonces) estuviese con Zapatero. Este prolongó el socavón producido por los atentados del 11 de marzo. El país ya era otro: peor. La imagen de Benegas que aparecía a veces, demasiado gordo (no sé si por abandono o por enfermedad), era un emblema adecuado de los socialistas de antes: desplazados ya, como senadores de una Roma pasada; atónitos (e impotentes) ante el Calígula del buenismo.

En 1991, Benegas estuvo en las portadas de los periódicos por aquellas conversaciones por el Motorola (artilugio modernísimo entonces y hoy trasto de época) en que llamaba a González "el One". Dio la casualidad de que unos años después trabajé para uno de sus interlocutores, Germán Álvarez Blanco, creador y productor de la serie La casa de los líos, que siempre me ha tratado muy bien y al que guardo un cariño especial. Sabía que seguían siendo amigos y ahora veo que le ha dedicado una despedida emotiva.

Una tarde, sería en torno al año 2000, un compañero guionista y yo fuimos a una fiesta que organizaba Germán en su chalet. Una de nuestras curiosidades era conocer a Benegas. Al entrar, nos recibió el anfitrión, abriéndose paso entre las bandejas del catering de postín, con una de sus bromas: "¡Camarero, platito de cocido, que llegaron los guionistas!". El que no llegó fue Benegas, así que no lo conocimos. Es lo de siempre: ahora recordaría el momento que fue, pero el que recuerdo es el que no fue.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]